sábado, 17 de abril de 2010

Los casos de pederastia en la Iglesia llevan asombrándonos los últimos meses y parece que no se vislumbra un final para los distintos acontecimientos horribles que llevamos observando con estupor. Es conocido por todos que se han ocultado numerosos casos de abusos sexuales a menores por parte de prelados, que no se les ha sancionado en modo alguno a no ser que se considere que un cambio de parroquia o de centro escolar pueda ser calificado como una pena, pero lo que acabamos de saber es la gota que colma el vaso. Según parece, el cardenal colombiano Darío Castrillón mandó en 2001 una carta a un obispo francés en que le felicitaba por no haber denunciado ante las autoridades civiles a uno de los sacerdotes de su diócesis, que supuestamente cometió abusos sexuales contra menores, informó el Vaticano.
Esto es, que no comunicar a la policía lo que acontece dentro del seno de la Iglesia aunque sea una grave ilegalidad es aplaudido por la institución eclesiástica. Así que ya saben, cualquiera que desee cometer cualquier tipo de delito, por esta regla de tres, dentro de los muros de los templos sagrados cristianos tiene vía libre, porque seguramente no verá como es denunciado ante las autoridades públicas, todo puede resolverse en un cara a cara con el máximo representante de cada localización religiosa.
Volviendo a lo acontecido hace nueve años, tras dar a conocer la noticia, el Vaticano aseguró que la postura de Castrillón sobre cómo reaccionar ante un caso de pederastia que afecte a un sacerdote no representa la línea oficial de la Iglesia católica frente al problema, informa Caracol Radio.
La misiva aparecía firmada por Castrillón, cuando ocupaba el cargo de prefecto de la Sagrada Congregación del Clero, un organismo vaticano encargado de supervisar los asuntos relacionados con los sacerdotes y diáconos que no pertenecen a una orden religiosa. Atención, no sólo pretende que el aprovechamiento de la inocencia de un infante quede impugne, sino que además le da la enhorabuena por no difundir los hechos: “Os felicito por no haber denunciado a un sacerdote a la administración civil. Lo has hecho bien y estoy encantado de tener un compañero en el episcopado que, a los ojos de la historia y de todos los obispos del mundo, habría preferido la cárcel antes que denunciar a su hijo sacerdote”, afirmaba en la carta Castrillón, de 81 años de edad.
Según el Vaticano, lo expuesto en esta carta “demuestra lo necesaria que era la unificación de todos los casos de abusos sexuales bajo la competencia unitaria y rigurosa de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el organismo vaticano encargado, entre otras funciones, de la disciplina interna de los sacerdotes)”. Y ahora nos preguntamos, si esto ocurre en las entrañas de la Iglesia, qué acontecerá en colectivos como el Opus Dei, en el que se van captando niños desde pequeñitos para que hagan actividades lúdicas junto a los miembros de esta secta católica, de mayor edad, y en muchos casos con una tendencia sexual totalmente palpable y cercana a la homosexualidad. Les animan a que se unan al grupo para ir a jugar a los coches, al fútbol, para practicar vela… Pero no hay nadie controlando a estos señores, no hay nadie viendo lo que hacen con los hijos de los que confiadamente han puesto a sus retoños en sus manos.
En resumidas cuentas, la Iglesia no es de fiar, lo que es la institución, nadie puede asegurarnos que los centros educativos cristianos respeten la intimidad de nuestros hijos, lo cual es preocupante. A la hora de obtener una matrícula en alguno de estos colegios, piénselo más de una vez aunque le digan que la pederastia ha pasado en lugares muy remotos, que ahí es imposible que se den esas circunstancias tan horribles. Eso sí, no confundamos los términos porque nunca deberemos identificar la mencionada institución milenaria con la religión que cada uno haya decidido practicar, es una opción, y Jesucristo, por ejemplo, no tiene nada que ver con los abusos a menores.

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